El reconocimiento temprano de los signos y síntomas de este trastorno permitirá a la familia buscar ayuda e intervenir precozmente.

Cada etapa del ciclo vital plantea al ser humano problemas característicos y nuevas oportunidades de inserción en el mundo. La adolescencia es ese difícil tránsito entre la niñez y la adultez, donde se producen grandes transformaciones físicas y psicosociales. Es una etapa de crisis, conflictos, pero también de consolidación de la personalidad, donde se deben tomar decisiones en relación a la vocación, amistades, proyecto de vida, elección de una pareja, valores que orientarán su vida, se complejiza el universo emocional y el encuentro sexual es orientado por la genitalidad, instalando nuevos sentidos y nuevas formas de vinculación.

Los adolescentes tienden a sentirse muchas veces tristes y angustiados, como parte del proceso evolutivo, pero solo estos síntomas no configuran el diagnóstico de depresión. Para el mismo, no solo debemos tener en cuenta el estado de ánimo, sino además diversos criterios. La depresión como situación clínica debe concebirse como un síndrome, es decir, un conjunto de síntomas. En la adolescencia la depresión implica continua tristeza, desánimo, pérdida de la autoestima (valoración personal) y pérdida de interés en actividades habituales.

La depresión se caracteriza por sentimientos persistentes de tristeza y desánimo. La palabra clave es “persistente”, porque cualquier joven en un momento dado se puede sentir triste o desanimado y eso no quiere decir que esté deprimido. Cuando el sentimiento permanece y va acompañado de pérdida de autoestima y ausencia de interés en las actividades comunes, se puede hablar de una depresión. No siempre es fácil detectar la depresión, pero los conflictos con la familia, el bajo rendimiento escolar, los delitos, el abuso de alcohol y drogas, los trastornos de la conducta alimentaria, etc., pueden hacernos sospechar que el adolescente sufre un estado depresivo.

Los síntomas y/o signos generales son: fastidio persistente, intranquilidad, irritabilidad, fatiga sin causas aparentes, preocupaciones somáticas, anorexia, insomnio, una imagen corporal negativa y, frecuentemente en estudiantes, dificultad de concentración, repercutiendo en el rendimiento escolar, añadiéndose un nuevo elemento de frustración.

Buendia (1996) refiere que una de las características más comunes que se presentan en la depresión de los adolescentes es la “ideación suicida”. Los intentos de suicidio o pensamientos suicidas suelen ser la expresión de dificultades que experimentan los adolescente para ver soluciones posibles; una forma de pedir auxilio; una alternativa para autoherirse, pensando en herir a las personas significativas que lo han defraudado; una expresión de la dificultad para manifestar, de otro modo, sus sentimientos y protestas, y una evidencia de la pérdida de esperanza y de sentimientos de desamparo.

Diferentes investigaciones encontraron que individuos introvertidos, inhibidos, con conductas antisociales son más propensos a la depresión, el abuso de drogas y conductas impulsivas. También, la dificultad en la aceptación sexual y problemas con la imagen corporal, se relacionan con la depresión. En cambio, los individuos que establecen vínculos sociales significativos, se adaptan a situaciones estresantes, tienen buen rendimiento escolar, gozan de una buena red de apoyo social, como lo es la familia en primer lugar, son los individuos de menor riesgo de presentar cuadros depresivos.

Los padres deben estar atentos a las conductas de sus hijos, deben ser capaces de buscar ayuda si observan estos tipos de comportamientos. Es importante darle lugar al adolescente para que exprese las cosas que le pasa y siente, que no bloquee sus emociones y pensamientos, sino que las manifieste, y como familia, poder escuchar sin juzgar, ponerse en una postura de comprensión, ubicarse desde ese lugar. La tarea primordial como los padres es contener y sobre todas las cosas “poner límites”. También es fundamental que en las escuelas, exista estrategias de prevención y promoción de la salud, mediante el desarrollo de talleres donde se le brinde al adolescente un espacio para hablar sobre los temas que les preocupan, donde se sienta escuchado y comprendido, donde se trabajen valores, normas, etc. Pensar en adolescentes también es pensar en el futuro de nuestra sociedad, la familia es en primer lugar, pero los demás contextos también cobran importancia. Por eso, lo que les pasa a los jóvenes es “tema de todos”.  

Lic. Facundo Stefanini

Psicólogo. M.P. 0665 (San Luis)

Esp. en Psicoterapia Cognitiva Integrativa

Prof. en Psicología Clínica Cognitiva

de la U.N.S.L.


Nota publicada en diario Puntal el sábado 28 de octubre de 2017.

 Informar para la Salud - 05-08-17


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