La vivencia en el ámbito laboral es uno de los factores que determinan nuestro bienestar general. El pasado 10 de octubre, la OMS, eligió esta temática para conmemorar el Día Mundial de la Salud Mental.

La relación entre “Salud y trabajo”, es una combinación difícil de abordar, sin embargo su punto de encuentro significa “algo más que la suma de las partes”. El trabajo es ambivalente, puede generar lo peor, pero también puede dar lo mejor.

Realizando un poco de historia podríamos decir que son conceptos que han nacido separados, etimológicamente la palabra trabajo proviene del latin tripalium, instrumento de tortura al que se amarraba un reo.

El ritmo de vida que demanda la sociedad actual, la inestabilidad laboral, la competitividad generalizada promoviendo el uso de conductas desleales entre colegas, el individualismo, el exitismo por sobre todas las cosas, no colaboran en generar espacios de trabajo saludables.

Históricamente las organizaciones han puesto todas sus energías en producir, vender y administrar las ganancias de la producción, desatendiendo muchas veces las necesidades de las personas que sostienen esa cadena productiva.

La Psicología se ha metido en el mundo del trabajo, no solo por la necesidad de seleccionar “los mejores sujetos para un puesto determinado” sino cuando se acabaron las respuestas ante la baja productividad, altos niveles de ausentismo, fallas recurrentes en los procesos de puestos, con forma de engranajes de una gran maquinaria. Se empezó a analizar la importancia que tiene el ambiente de trabajo, la luz, las relaciones, la transmisión del conocimiento, el clima laboral, etc.

Para analizar la salud de las personas en el trabajo, es necesario comprender que la identidad está en permanente construcción y el trabajo es un elemento central en su formación. Los individuos se nombran y son nombrados a través de su actividad: SOY Abogado, SOY Artesano, ES un desempleado.

Si bien el trabajo es una relación con uno mismo, un enfrentamiento a nuestros límites, a nuestros conocimientos, a su vez es una relación intersubjetiva. Trabajo siempre para alguien: un patrón, mis subordinados, mis colegas, o para un cliente. Lo que una persona es, esta influido por cómo nos miran los demás, “por cómo nos miramos en los ojos de los demás”. En este sentido, la valoración que se realiza sobre lo que hacemos, tiene una implicancia fundamental: “Este tipo ES prolijo”, “Este ES un inútil”.

Punto central ante situaciones de readaptación socio profesional, cambios y choques  generacionales,  uso de nuevas tecnologías, nuevos métodos de gestión, de «management». Es necesario reconocer que los vínculos sociales en el trabajo, o por el trabajo, no son neutros o igualitarios; están atravesados por relaciones de desigualdad entre los sujetos, o más exactamente por relaciones de dominación. Y en estas relaciones, tanto con uno mismo como con los demás, el sufrimiento se hace presente. Pero la inteligencia, la astucia, la creatividad nacen del sufrimiento, nacen de la necesidad, de la incomodidad, es así que el trabajo tiene un alto costo personal.

Christophe Dejours, médico psicoanalista Francés que ha estudiado y tratado la salud mental en el trabajo, plantea que: “la retribución esperada ante este alto costo, es el reconocimiento, y pasa por dos tipos de juicios:

– Utilidad: Dimensión utilitarista del trabajo de naturaleza económica, social o técnica proferido por la línea jerárquica: el jefe, los clientes.

– Belleza: Bella obra, bello hormigón, bello discurso. Proferido por los que conocen desde el interior el oficio, es decir, los pares”.

El reconocimiento es una apuesta a la salud mental, en la medida que mi identidad no la sostengo solamente yo. Pero para que estos juicios sean posibles, es necesario una comunidad de pares, una comunidad de pertenencia.

Comunidad que no es posible si las reglas se disuelven, si no están claras, “trabajar nunca es reductible a una actividad de producción, “trabajar es convivir”.

Es necesario tener una buena organización en las tareas, límites claros en las actividades, que los colaboradores participen de la evolución y construcción de su actividad, que posean las herramientas necesarias para desarrollar su trabajo, que exista un sentimiento de legalidad con un sistema de sanción claro, pero sobre todo, con un buen sistema de reconocimiento.

Es la dirección de la organización, la responsable de generar estas condiciones, o disponer de personal que se encargue de trabajar en ellas. Punto de encuentro que genera algo más que la suma de las partes: “Al menos un crecimiento y desarrollo organizacional, en un contexto saludable, de trabajo de y con calidad que mejore por defecto los niveles de rentabilidad”.

Invitado: Lic. Ricardo Setti.

Psicólogo – M.P. 7541

Especialización en psicología del trabajo

y las organizaciones – U.N.C.


Nota publicada en diario Puntal el sábado 14 de octubre de 2017.

Informar para la Salud - 05-08-17


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