La población utiliza estos medicamentos muchas veces para paliar malestares propios de situaciones cotidianas como una solución rápida y sencilla, desconociendo los riesgos y desventajas que esto puede significar.

La Organización Mundial de la Salud y entes nacionales como la SEDRONAR, así como asociaciones de farmacéuticos y especialistas de la salud mental, coinciden en un preocupante diagnóstico con respecto al mal uso de psicofármacos tranquilizantes, específicamente los pertenecientes a la familia de las benzodiacepinas.

Dentro de dicha familia de medicamentos se incluyen el clonazepam, el alprazolam, el diazepam, el lorazepam y otros similares. Éstos psicofármacos son sustancias psicoactivas tranquilizantes indicadas en el tratamiento de diferentes síntomas y cuadros cuyo uso se ha extendido a los diferentes niveles de atención de la salud, llegando a ser uno de los grupos farmacológicos más prescriptos en la actualidad y, dentro de los psicofármacos, los más consumidos. El problema reside en la alta frecuencia de uso inadecuado, ya sea de consumo sin indicación médica o en mayor cantidad o por más tiempo de lo indicado por el médico.

El perfil de efectos adversos, así como la potencialidad de generar dependencia, tolerancia y abuso, y el riesgo de disparar un síndrome de abstinencia en caso de suspensión abrupta, hacen precisa la supervisión estricta de su consumo por parte de un profesional, y demandan un uso acotado. Según la Organización Mundial de la Salud, su utilización no debería prolongarse por más de cuatro semanas, y en la dosis mínima efectiva, en tanto que el criterio general de gran parte de los especialistas, es no indicarlas por más de tres meses. El objetivo principal sería aliviar los síntomas lo suficiente como para permitir al paciente empezar con tratamientos psicoterapéuticos y esperar el efecto de fármacos específicos.

Actualmente estos medicamentos se encuentran entre los más vendidos del mercado. Por ejemplo, en el caso puntual del clonazepam, su consumo aumentó aproximadamente un 130% en la última década y se encuentra entre los diez medicamentos más vendidos en el país.

Según las estadísticas el consumo es mayor en mujeres y cada vez es menor la edad a la que se empiezan a consumir. Gran parte de ellos se adquieren sin indicación médica, sin receta o incluso fuera de las farmacias. También es frecuente el uso de estos tranquilizantes con indicación inicial de un profesional habilitado pero sin su posterior supervisión.

La población utiliza estos fármacos muchas veces para paliar malestares propios de situaciones cotidianas como una solución rápida y sencilla, desconociendo los riesgos y desventajas que esto puede significar, no sólo por los efectos adversos que pueden traer aparejados, sino también por como comprometen su autodeterminación y condicionan su salud emocional.

La somnolencia, la sedación y la debilidad muscular son los efectos adversos más frecuentes por el uso de benzodiacepinas. Otros efectos son: dolor de cabeza, confusión, cambios en el estado anímico y el deseo sexual, temblor, trastornos visuales, alteraciones gastrointestinales y alteraciones en la memoria.

Además, la suspensión brusca de estos fármacos puede causar un síndrome caracterizado por ansiedad, depresión, deterioro de la concentración; insomnio; dolor de cabeza; mareos; pérdida del apetito; temblores; sudoración; irritabilidad; alteraciones de la percepción; náuseas y vómitos; dolores abdominales y palpitaciones. Esto ha llevado a muchos psiquiatras a tener que llevar adelante dificultosos tratamientos para dejar estos medicamentos, en lugar de indicarlos.

A todo esto se suma una problemática cada vez más preocupante por sus consecuencias: el uso de estos fármacos por los más jóvenes con fines recreativos, muchas veces combinados con alcohol o con otras sustancias psicoactivas, lo cual potencia sus efectos adversos, pudiendo incluso ser fatal.

Es preciso, entonces, replantearnos el uso que damos a estos medicamentos. Los profesionales estamos obligados a ser más rigurosos al indicarlos y aclarar a nuestros pacientes los efectos y riesgos que conlleva su uso, y no descuidar la multicausalidad de los trastornos mentales y emocionales, en pos de un alivio rápido y superficial de sus síntomas.

Juan Gabriel Carranza. Médico M.P. 33917

Especialista en Psiquiatría C.E. 17454

Miembro de Fundación Clínica de la Familia


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Artículos de interés y actividades por la salud emocional