Cada 25 de noviembre, se conmemora este día, con la finalidad de concientizar  sobre esta problemática. La autora plantea revisar valores y promover una cultura de la paz. 

“…Hoy tengo miedo, siento que me falta el aire, no puedo ni caminar, me caí por las escaleras… eso le dije al médico pero la realidad es que él me pegó otra vez y solo porque le reclamé el que no durmiera en la casa. El se arrepiente, me suplicó de rodillas que lo perdonara, que no lo volvería a hacer. Yo lo perdono porque él me ama…”

Cuando hablamos de violencia contra las mujeres nos referimos a un hecho que es sistemático e invisible que se extiende por todo el mundo. Hoy una de cada tres mujeres y niñas siguen siendo víctimas de violencia.

Para comprender mejor el fenómeno de la violencia tenemos que verlo en el contexto de nuestra sociedad en la que se generan las guerras, genocidios y corrupción. El mundo en el que vivimos responde a un modelo en donde se promueve la dominación, el control y el poder en sí mismo. Vivimos en una sociedad en donde se dan relaciones asimétricas y este modelo hace referencia a la cultura patriarcal.

En la Violencia se niega la existencia del otro, se da una asimetría en la relación y se trata de imponer el poder por la fuerza. Frecuentemente toma forma de castigo, es como si la persona violenta tuviese el derecho de hacerlo.

Se puede definir al acto violento como un atentado a la integridad psicológica y física.

Es necesario dejar de legitimar la violencia como una forma de pensar y vivir en sociedad. Debemos agudizar nuestra atención ante cualquier forma de abuso y dejar de mirar hacia otro lado y fingir que no ha pasado nada como sucede a menudo.

Posibles Salidas

Para reducir la violencia contra las mujeres podríamos comenzar por revisar las normas, valores y mitos que la toleran y la fomentan, así como todo aquello que refuerza actitudes sexistas, es decir la superioridad de un sexo sobre otro.

Las respuestas individuales a la violencia como ocultar, sufrir o evadirse no han tenido buen resultado. Por eso es necesario impulsar medidas alternativas colectivas que tienen mayor probabilidad de transformar esta situación.

Comenzar en la niñez educando en igualdad de derechos, en igualdad de oportunidades. Apuntar a una educación emocional que promueva el hacer conciencia y atender lo que se siente, expresándolo.

Tanto en la escuela como en la familia podemos tener en cuenta las necesidades de todos y todas.

Una educación que integre las características femeninas y masculinas que reconozca las diferencias, y que las valore por igual, permitiría a las niñas construir una imagen valorizada de sí mismas con derecho a roles igualitarios y a los varones respetar los derechos de las mujeres, compartiendo con sus compañeras todos los ámbitos de la vida.

Es necesario enseñarles a niños y niñas a decir: “No”… cuando alguien los obliga a hacer algo que no desean y hacerles saber que confiamos en ellas, que confiamos en ellas y ellos, que los vamos a proteger.

Nadie está fuera de estas situaciones. Todos y todas podemos desde nuestro lugar contribuir a erradicar la violencia. Trabajar el reconocimiento de la violencia, en cada individuo, para que pueda ver las consecuencias que eso tiene en su vida cotidiana.

Cuando se vive en pareja, valorar y defender el derecho a una relación igualitaria, compartir decisiones y responsabilidades. También es necesario la prevención de una sexualidad abusiva y violenta. Esto implica revisar el modo en que nuestra sociedad y cada uno de nosotros vive la sexualidad con el fin de incorporar formas diferentes basadas en el respeto del otro.

Lograr el empoderamiento de las mujeres  consiste en la habilidad que tengan para desarrollar su propio destino, para tomar sus decisiones, conseguir que se sientan capaces, responsables y legítimas para ocupar el espacio que elijan. Y para ello, es necesario aprender a poner límites. Saber ponerlos es hacerse respetar y respetar a los demás.

Nuestras vidas se construyen en vínculos con otros, somos seres en relación, aprendemos unos de otros. Es necesario tomar conciencia de nuestras diferencias, aceptarlas con respeto, sabiendo que hombres y mujeres somos iguales.

Deseamos vivir en una sociedad mejor, más equitativa, sin violencia, con vínculos de integración, promoviendo una cultura de la paz, tanto teórica como práctica, donde podamos mujeres y varones ser asertivos. Es decir con una posición de respeto de nuestras necesidades, manifestando nuestras convicciones, defendiendo nuestros derechos, teniendo en cuenta al otro, no necesitando ni violentar, ni someternos a la voluntad de otras personas.

Autora: Lic. María Fernanda Sánchez. Psicóloga – M.P. 2720

Recursos Locales de Río IV para la Orientación y Asistencia sobre la Violencia de Género

 


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Artículos de interés y actividades por la salud emocional