La autora informa y reflexiona sobre los diferentes aspectos predisponentes en el desarrollo de esta patología, que afecta cada vez más niños y preocupa a la sociedad.

Informar para la Salud - 17-10-15

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la obesidad infantil es uno de los problemas de salud pública más graves del Siglo XXI, y afecta a países desarrollados y en vía de desarrollo.

Ante esta situación, estamos enfrentados hoy los profesionales de la Salud. Interrogándonos lo que está sucediendo con nuestros niños, reconstruyendo la historia y analizando datos. Lo concreto y cierto es que esta enfermedad avanza de manera indiscriminada y a pasos agigantados.

Consideramos en primer lugar a la genética, como cumpliendo un papel fundamental en el desarrollo de la patología, y a los trastornos metabólicos que a consecuencia de lo anterior, también son heredados en los pacientes adultos, no siempre como causa, sino más bien, como consecuencia derivada de la misma.

Ahora bien, ¿Qué pasa con nuestros niños?, sólo un porcentaje menor de niños con menos de 5 años, padecen trastornos físicos asociados. Y nos surge la pregunta inevitable. ¿Qué podemos hacer con lo que se hereda? O mejor dicho ¿Qué se hereda?, y entre otras cosas lo que se transfiere o hereda, esta también relacionado con pautas de comportamientos familiares frente a los alimentos, a la actividad física y los estados emocionales que se intentan diluir entre dulces y salados.

O sea que, aparte de modificar los malos hábitos alimentarios, también existen otros factores que son ambientales y emocionales que están reforzando o generando la patología. Porque debemos recordar, aquí nuevamente, que también en los niños, la obesidad es una enfermedad, que se hará crónica, si no nos ocupamos de ella.

Desde la psicología intentamos ir un poco más allá, y profundizar en lo que le sucede al niño obeso, para poder ofrecer pautas que colaboren tanto en la prevención, como en su tratamiento.

Las consecuencias psicosociales de la obesidad son determinantes de la personalidad que puede ir adquiriendo un niño en su crecimiento. La mayoría de los niños obesos se ven afectados conciente o inconcientemente por el entorno, son víctima de chistes, de burlas, de bullying. Algunos logran sobreponerse, como consecuencia de una sobreadaptación, logrando transformarse, por ejemplo, en el “gordito alegre”, la “gordita simpática”, “el gordito estudioso”, esto conlleva un gran esfuerzo de parte del niño, que luego se traduce en malhumor, enojos, dentro de su ambiente familiar. Y con la llegada de la adolescencia estos síntomas se ven exacerbados, porque no “encajan” más dentro de los patrones que rigen en la sociedad y ellos mismos son ahora los que se autoexcluyen, no quieren salir, se esconden detrás de la computadora o la televisión, se encierran.

Algunos de los problemas que colaboran en el aumento de peso, más allá de los ya mencionados, genética, trastornos metabólicos, inactividad física y el sedentarismo, hablábamos anteriormente de los problemas psicológicos que puede llevar a un niño o adolescentes a reforzar su patología. Alguno de ellos, sólo algunos, ya que cada niño presenta su propia conflictiva pueden ser los siguientes:

Miedo a crecer: la comida representa en los seres humanos la protección familiar, que en ciertos casos se la traduce como sobreprotección, los niños pequeños son calmados en sus ansiedades a través de la comida, esto termina dándoles seguridad, y al momento de crecer no desean abandonar esa forma de vincularse, por miedos, inseguridades que les podría traer lo vida adulta.

Sentimientos de agresividad: la imposibilidad de descargar sentimientos o sensaciones agresivas y desagradables con personas de su entorno o situaciones cotidianas, puede llevarlo a sentir la necesidad de “devorar” alimentos, en lugar de destruir el afuera que le resulta hostil, se autodestruye interiormente, esto se ve en los denominados atracones.

Dificultades afectivas: ante el dolor de las pérdidas, tener que mudarse, cambiarse de colegio, la separación de los padres, la comida resulta un elemento ideal para “calmar” esa sensación de pérdida.

El miedo a ser abandonado: a ser olvidado por las personas más allegadas.

Miedo a no cumplir con las expectativas que otros tienen sobre él.

Los seres humanos tenemos infinidad de maneras de autoinflingirnos daño y estas no son privativa de la edad adulta. Cuando un niño tiene una conducta que a los que le rodean le resulta extraña, por ejemplo con la comida, debemos preguntarnos que le está sucediendo, los atracones, el comer compulsivamente, el comer por gracia, son sólo síntomas de una situación que el niño no está pudiendo expresar y manejar sólo.

Para finalizar podríamos decir que como parámetro de salud, un niño es física y psíquicamente sano cuando: Hace actividad física. Práctica algún deporte, sin la exigencia de tener que ser el mejor. Tiene amigos. Se ríe, se divierte. Puede expresar sus emociones. Y puede entender los límites y aunque se enoje los respeta, tanto si estos son: determinadas horas de computadora o tanta cantidad de dulces, gaseosas o alimentos altos en calorías por día.

Somos los adultos los que debemos enseñarles, no solo con la palabra, también con el ejemplo cuales son esos límites y que de lo único que se trata es de su cuidar salud y bienestar.

Lic. Analía Fazzano. Psicóloga. M.P. 3661

Miembro de Fundación Clínica de la Familia


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