El fanatismo es algo que le puede suceder a los seres humanos y lo podemos ver en diferentes acontecimientos sociales. En el artículo se desarrollan algunas características y posibles orígenes del mismo.
Las características de las personas con pensamiento fanático son:
– Cree tener la verdad sin poder ser cuestionada por nada, ni por nadie.
– No razona y no admite una discusión sobre lo que consideran dogmas no debatibles.
– Trata de imponer sus propias creencias sobre los demás y de forzar a todos los que tiene cerca a que crean de la misma manera que él o ella creen.
– No cree en la diversidad de pensamientos, ni en la posibilidad de abrirse a nuevas ideas.
Estas personas usualmente forman grupos que atraen personas fanáticas como ellos, que los apoyan en sus ideas.
En algunos casos de fanatismo religioso o político, para que exista este fenómeno, a su vez, debe existir un líder que los convoque. Estos líderes tienen, en general facilidad de palabra, junto con una arreglada imagen física, a tono con la ideología del grupo. Ejercen manipulación sobre sus seguidores.
Su cualidad seria un carisma para aparentar poseer poderes sobrenaturales, providenciales o extraordinarios, lo que le da éxito en congregar discípulos a su alrededor. Estos líderes generalmente son mentirosos, egocéntricos, con delirios de grandeza y autoritarios.
Por otro lado, está el fanático que se comporta como esclavo del pensamiento del líder, esto a causa de la merma en su racionalidad y libertad de opinión, dos elementos indispensables para la libertad.
Sigmund Freud, ya se había referido al fanatismo como un mecanismo de defensa ante la infelicidad y la inseguridad emocional de las personas. De hecho, esta inseguridad muchas veces puede llevar a exigir a los otros cambios, que uno mismo no puede hacer.
La vivencia fanática es una experiencia que arrastra al sujeto, transportándolo de la realidad consensuada, a un estado donde la razón es arrasada y la crítica desaparece. Es como un estado de enajenación.
El sujeto no está seducido, sino que está como encantado, totalmente entregado a ese objeto único y exclusivo que orienta su conducta y de quien tiene una necesidad imperiosa. Anhela una fusión con este objeto/causa, donde desaparecen los límites.
El fanático no duda, tiene una obstinada y cuasi delirante certeza. Adhiere a un emblema sobrevalorado, idealizado e incuestionable que lo sitúa en un lugar donde se intenta anular el pensamiento propio y ajeno.
Poder participar y pertenecer a un grupo totalitario, es una forma de protegerse del desamparo al que su anonimato lo somete. Esta inclusión es algo que le da sensación de seguridad. Cubre la humana necesidad de mantener la vivencia de integridad y cohesión.
Entonces, puede suceder que ante las amenazas a su grupo totalitario, lo llevan a estimular y cultivar el odio, el que funciona como un cemento que lo une al mismo. Esta organización narcisística de su personalidad toma características de tinte paranoico, haciendo el surgimiento de la violencia casi inevitable. Así el grupo queda cohesionado, unido por el odio y la existencia de un enemigo al que combatir.
Es saludable mentalmente siempre permitirnos el beneficio de la duda, aún de nuestras convicciones más arraigadas. El fanatismo no es exclusividad de la religión, ni de la política, puede darse también incluso dentro del pensamiento que se dice científico.
Es importante estar informados y permitirnos el pensamiento crítico, como una sana costumbre para no caer en situaciones de esclavitud moral como es el fenómeno del fanatismo.
Lic. Estela Dova, Psicóloga, M.P.1936 – Mgter. en Psicoanálisis – Miembro de Fundación Clínica de la Familia