Antes de comenzar esta lectura, préstale atención a tu respiración. Préstale atención al aire fresco que entra y al aire cálido que sale. Observa cómo tu barriga se llena y cómo tu pecho se contrae de forma natural.
Enhorabuena, acabas de realizar una breve práctica de mindfulness o atención plena. Y, de acuerdo a la neurociencia, hacer esto de forma regular tiene un tremendo impacto a múltiples niveles, tal y como veremos a lo largo de este post.
Si bien es cierto que la investigación está dando aún sus primeros pasos y todavía queda mucho por descubrir, sobre todo en relación a los cambios cerebrales que suceden en tiempo real, lo cierto es que actualmente existen multitud de estudios que pretenden arrojar más luz y rastrear estos cambios. No olvidemos que las más prestigiosas universidades del mundo poseen sus propios departamentos dedicados al estudio del mindfulness (Harvard, Cambridge, Oxford, UCLA…).
La práctica del mindfulness trabaja con habilidades que todos poseemos y que pueden ser desarrolladas y mejoradas. Todos podemos vivir nuestra vida con mayor presencia, dedicación, claridad, actitud positiva y resiliencia.
Los orígenes de esta práctica secular se remontan a disciplinas contemplativas tradicionales, si bien no ha sido hasta hace relativamente poco que la investigación científica ha comenzado a validar los cambios funcionales y estructurales que el mindfulness genera, o la gran variedad de beneficios que proporciona: reducción de estrés y ansiedad, aumento de empatía y habilidades sociales, reducción de dolor crónico, efectos equiparables a los antidepresivos, mejora de la presión sanguínea, incremento en la densidad de la materia gris, mejora de la recuperación física, regulación emocional, equilibrio del sistema nervioso… La lista es enorme; existen más de 5.000 estudios científicos que demuestran los beneficios de la práctica continuada del mindfulness y nuevos avances surgen casi a diario.
Cambios funcionales y estructurales en el cerebro relacionados con el mindfulness
Si bien durante muchos años pensábamos que éramos sólo víctimas de nuestra herencia fisiológica y que no existía ninguna manera de influir en ella, ahora poseemos evidencia científica de que esto no es cierto.
Las más recientes tecnologías de escaneo cerebral y neurofeedback revelan que el mindfulness puede cambiar la comunicación e interacción entre diferentes regiones del cerebro, mejorar sus funciones e incluso crear nuevas neuronas (neurogénesis). Mientras que la práctica continuada de la atención plena permite que nuestro cerebro cambie -lo que los expertos han llamado neuroplasticidad-, un estilo de vida poco estimulante genera el efecto opuesto que conocemos como neurorigidez.
¿Por qué son tan importantes todos estos cambios a nivel cerebral? Porque tienen un impacto directo en nuestra forma de pensar y comportarnos.
¿Cómo calma el mindfulness un cerebro ansioso?
El Dr. David Creswell de la Universidad Carnegie Mellon se hizo esta misma pregunta y realizó un estudio en el que los participantes, personas en situación de desempleo con elevados niveles de estrés y ansiedad, aprendieron las bases de la práctica del mindfulness o atención plena durante 6 semanas. Los resultados son impactantes: regulación de las emociones, capacidad de afrontar del estrés y mejora de la salud física y mental.
Los estudios de la eminente neurocientífica Sara Lazar, de los que se han hecho eco prestigiosas publicaciones como Scientific American, muestran que la práctica continuada del mindfulness transforma la amígdala, e incluso llega a provocar que se vuelva más pequeña.
Esta región del cerebro, además de estar involucrada en las respuestas fisiológicas derivadas del miedo y la detección de peligros, es parte del cerebro emocional y participa en la respuesta de lucha o huida (sistema nervioso simpático), el mecanismo por el cual nuestro cuerpo libera hormonas del estrés. Esto es especialmente relevante porque una amígdala calmada permite que las funciones cerebrales superiores aumenten (corteza pre-frontal o neocórtex) mientras que las respuestas automáticas de los cerebros límbico y reptiliano son reguladas.
Es decir, la práctica de la atención plena favorece respuestas más reflexivas –lo que llamamos claridad mental- e inhibe respuestas cerebrales arcaicas.
El futuro del mindfulness
La práctica del mindfulness parece ser el antídoto a lo que yo llamo el “síndrome de vida moderna”: esa pérdida de la capacidad para manejar conscientemente nuestros niveles de estrés y ansiedad ante las demandas de un mundo cada vez más frenético.
No en vano, importantes organizaciones como el NICABM (National Institute for the Clinical Application of Behavioral Medicine) están impulsando activamente la integración del mindfulness en la talking therapy tradicional. De acuerdo a sus estudios, el 66% de las personas que acuden a psicoterapia no muestran ninguna mejora significativa, y esto no se debe a la incapacidad de los profesionales, sino a la falta de compromiso emocional de los pacientes. El mindfulness ha demostrado cambiar esta tendencia de forma sorprendentemente rápida, permitiendo que los sujetos participen activamente y de forma responsable en su propio proceso de recuperación.
Todos estos esfuerzos de investigación y aplicación terapéutica están favoreciendo que las ciencias contemplativas en general, y el mindfulness en particular, hayan dejado de ser un asunto New Age para convertirse en una estrategia de eficacia probada a la hora de traer conciencia, salud y felicidad a nuestras vidas.
Fuente: Psyciencia.com