La responsabilidad es una palabra con la que entramos en contacto desde temprana edad, en un primer momento en la infancia se nos habla de responsabilidades en casa o en las escuela, asociándola principalmente al cumplimiento de reglas, tareas o deberes, conforme vamos creciendo esta responsabilidad o responsabilidades crecen con nosotros, se dicen que a mayor edad la responsabilidad también es mayor.

Parece que intuitivamente construimos por las experiencias que tenemos primero desde nuestra familia y luego en otros espacios fuera ella, la idea de que la responsabilidad es hacerse cargo de las cosas, de las situaciones y hasta de las personas. En este último caso podemos pensar que la responsabilidad solo esta presente en relaciones que implican una jerarquía entre las partes, por ejemplo, los padres son responsables de los hijos, el hermano mayor es responsable del menor, un gerente es responsable de sus empleados, un profesor de sus alumnos.

Desde esta idea la responsabilidad se vuelve un aspecto evidente y fundamental, pero pareciera que solo dentro de ciertas relaciones, como mencionamos en un inicio, se nos enseña que la responsabilidad trata de hacerse cargo de las cosas, pero en el caso de las personas ¿Qué papel juega la responsabilidad en las relaciones que formamos?

Pensando en que tendría que ser un elemento constitutivo en cualquiera de nuestras relaciones y no sólo en aquellas que involucren una jerarquía, sino también en las que establecemos con nuestros pares.

De acuerdo con la definición de la Real Academia Española, la responsabilidad se define como:

Capacidad existente en todo sujeto activo de derecho para reconocer y aceptar las consecuencias de un hecho realizado libremente.

Con base a lo anterior, podríamos asumir que la responsabilidad tendría que ser una parte fundamental de cualquier realización, sin embargo, es en el ámbito de las relaciones sexo-afectivas donde la temática de la responsabilidad adquirió una especial relevancia, abriendo el debate respecto a qué es y que implica la responsabilidad afectiva.

La Responsabilidad Afectiva, una respuesta a las nuevas formas de relacionarnos

La responsabilidad afectiva surgió como un término a emplearse dentro de las nuevas configuraciones en torno a las relaciones sexo-afectivas. Durante un buen tiempo el tema del amor y las parejas estuvo dominado por la idea de la monogamia y el matrimonio, sin embargo, los cambios culturales, sociales y hasta económicos de cada época también implican transformaciones en las personas y sus vínculos.

Poliamor, poligamia, relaciones abiertas, relaciones casuales, son algunas formas de relacionarse que han surgido en los últimos años, y si bien las formas alternativas a los conceptos tradicionales de pareja siempre han existido, es reciente el interés no solo por entenderlas como conceptos sino también plantear la necesidad de una reflexión crítica a lo que implica para las personas.

Relacionarnos de estas nuevas formas, pero también es una invitación a repensar las formas tradicionales de relación (entendiéndolas como aquellas en las que están involucradas dos personas, bajo los términos de una relación exclusividad entre los miembros) pues la responsabilidad afectiva

¿Qué implica que yo decida establecer relaciones con una o más personas?

¿Qué acuerdos tendrían que establecerse para salvaguardar mi integridad emocional y la de las demás personas implicadas?

¿Qué no sea una relación “formal” me exenta de compromisos y responsabilidades con la otra u otras personas?

Estos son algunos de los cuestionamientos a los que nos invita a pensar la noción de la responsabilidad afectiva, todo vínculo tiene implicaciones para ambas personas, sin importar el nombre que le demos, el número de personas involucradas o el tiempo en que nos mantenemos en las relaciones.

La responsabilidad afectiva trata de concebir las relaciones amorosas y sexuales como espacios donde cada una de las partes implicadas se ve afectada por las acciones y decisiones del otro, es decir, señala necesidad de generar conciencia respecto a que no podemos deslindarlos de como incidimos en el otro.

No se trata de evitar a toda costa el dolor del otro, ni de poner sus necesidades y deseos del a costa de los nuestros, sino de saber que nuestras acciones tienen impacto en los otros, por lo que es necesario plantear, acuerdos, evidenciar necesidades, explicitar deseos.

No debemos de asumir que el otro sabe lo que queremos, que esta en el mismo canal, que mientras yo sea claro con lo que quiero, es problema de los demás como lo entiendan. Es plantearnos que las personas no somos objetos, que no estamos ahí para solo satisfacer necesidades ( emocionales o sexuales) y por lo tanto las personas con las que cada uno de nosotros decide relacionarse tampoco están ahí solo para saciarnos

Se trata de saber que toda relación sin importar si es de una noche, un par de meses o años implica un respeto al otro como individuo. La responsabilidad afectiva busca la construcción de relaciones mas equitativas, mas respetuosa, transparentes , es saber que tengo la capacidad de generar cosas en el otro y que ese otro también puede generar cosas en mi, por lo que esta conciencia nos permite plantear acciones basadas en la comunicación y en el establecimiento de acuerdos.

Como mencionamos, no se trata de evitar a toda costa el daño, sino de estar conscientes de que es una probabilidad y plantear una postura ética ante esto, pensando: se que soy capaz de tener efectos en el otro y que el otro tiene efectos en mi, me permite saberme responsable de mis actos y de sus consecuencias.

«El amor no es esencialmente una relación con una persona específica; es una actitud, una orientación del carácter que determina el tipo de relación de una persona con el mundo como totalidad, no con un objeto amoroso». Erich Fromm

Fuente: www.psicologosomos.com


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Artículos de interés y actividades por la salud emocional