En la actualidad muchos adolescentes y adultos sostienen un discurso acerca de las propiedades de esta sustancia que se han constituido en mitos
Uno de los mitos que circula con más frecuencia es: “El tabaco es más adictivo que la marihuana. A la marihuana la dejo cuando quiero… el tabaco es muy difícil”.
En primer lugar, basándonos en la evidencia científica, debemos afirmar que el consumo de todas las sustancias psicoactivas implica consecuencias y riesgos para la salud, sean estas legales o ilegales. En la comparación entre las drogas existe el problema de tomar sólo algunos aspectos que parecen constituir en más peligrosa una sobre otra, perdiendo de vista el contexto de quién, cómo y para qué se las consume.
Las consecuencias que puede generar el consumo en una persona dependen más de las características personales y de su situación vital, que de la capacidad adictiva de la sustancia. Con relación a esto último, hoy conocemos que la nicotina (sustancia psicoactiva del tabaco) genera en breve tiempo una dependencia física y psicológica tal, que luego resulta muy difícil dejar de fumar, generando un malestar propio de la abstinencia de su consumo. La marihuana, por su parte, es capaz de generar una dependencia psicológica, en el usuario frecuente, que al intentar abandonar su consumo experimenta síntomas de abstinencia como ansiedad, irritabilidad y cambios anímicos, entre otros. Estos generalmente pasan más desapercibidos y no se asocian a la interrupción del consumo.
Como afirmáramos anteriormente, el impacto del consumo de marihuana en la vida de una persona va más allá de la capacidad adictiva de la sustancia. Si pensamos en un adolescente, este consumo puede impactar sobre el desarrollo evolutivo, generando importantes cambios. A nivel emocional: disminuir su capacidad de sentir y expresar sus sentimientos. A nivel intelectual: afectar la atención, la concentración y memoria de corto plazo; desorganizar los procesos de pensamiento y disminuir en el rendimiento escolar.
En cuanto a lo comportamental podría generar conductas evitativas, aumentar las dificultades para asumir responsabilidades, desmotivación, incremento en la mentira, cambios de hábitos importantes e involucrarse en conductas de riesgo para su integridad física. Como la conducción de motos y otros vehículos; A nivel de las relaciones afectivas: pérdida de la confianza de sus padres; aumento de la conflictos familiares, alejamiento de algunos amigos y novias/os.
Estas consecuencias habitualmente son minimizadas y negadas por los adolescentes consumidores, justificando que sus problemas nada tienen que ver con su práctica de consumo y afirmando que pueden dejarla cuando quieran. Y que no abandonarán su consumo porque no afecta a sus vidas.
Quienes asistimos a familias con adolescentes con un consumo desde hace más de un año y con un uso habitual, vemos cómo estos adolescentes van definiendo un estilo de vida que inevitablemente modifica su forma de sentir, pensar y actuar e impacta negativamente en su vida individual, familiar y social.
Resulta imprescindible que como comunidad generemos argumentos realistas y fundamentados acerca del consumo de marihuana, para que estos mitos o falsas creencias, que parecen haberse constituido en una causa para un importante número de adolescentes, encuentre a adultos y otros adolescentes informados, con capacidad de debatir, dar orientación y respuestas claras a sus hijos, alumnos y amigos.
Lic. Amado Pauletti Psicólogo (M.P. 2154). Presidente de Fundación Clínica de la Familia