¿Por qué es tan difícil para los padres decirles “no” a sus hijos y por qué ellos dicen “no” tan fácilmente?
La educación de los hijos es, hoy en día, un problema para muchas familias en las que los padres se ven desbordados por la conducta de sus pequeños. Somos testigos de cómo muchos padres dan a sus hijos todo aquello que desean, les dejan comer sólo lo que les gusta o elegir la hora de ir a la cama, satisfaciendo todos sus caprichos. Algunos creen que así son mejores padres, pero la gran mayoría, simplemente, no sabe cómo enfrentarse a decir NO a sus hijos.
Cada hijo, educado por igual en la familia, es diferente. Hay diferentes sensibilidades y tendencias. Todos hemos visto a padres incapaces de reñir o llamar la atención a sus hijos cuando estaban molestando o alborotando en algún lugar, también, conocemos a padres que no dejan de reñir a sus hijos en todo momento y hay otros padres que juegan con sus hijos y les dicen lo que está bien y lo que no. Al fin y al cabo un padre no es un amigo, es un padre.
En nuestra práctica diaria cada vez constatamos más que los niños, desde edades muy tempranas, no dudan en oponerse a sus padres, a rehusar hacer lo que les ordenan, a decir simplemente “no”. Por otra parte, los padres parecen temer a decir “no” a los hijos y lo consultan con frecuencia, porque siempre se ha inculcado lo importante que es para el crecimiento y el desarrollo armonioso de los hijos el respetar sus gustos, su ritmo de alimentación y sus periodos de sueño.
¿Por qué es necesario decir “NO”?
Los bebés ya comienzan a aprender con cada experiencia vital. Aprenden de lo que ven, de lo que escuchan, de lo que tocan. Si las madres y padres aplican un horario para las comidas, el sueño y el baño, el bebé aprenderá a adquirir un ritmo, y tendrá hambre a la hora de la comida. No protestará a la hora del baño porque sabrá que es lo “normal” y lo acabará encontrando agradable.
Con los años, el niño dominará otra serie de hábitos de conducta, como lavarse los dientes o las manos antes de comer, y no le costará porque las habrá interiorizado y lo hará de forma casi automática. Los hábitos de conducta que enseñamos a nuestros hijos constituyen el comienzo de su capacidad para ser autónomos. Cuando hacemos que nuestros hijos sigan unos hábitos, cuando los obligamos a adaptarse a las pautas de conducta de la familia, los estamos incluyendo en la vida social del grupo.
Como padres, somos el puente entre nuestros hijos y la sociedad, y por ello somos los encargados de conseguir que adquieran costumbres positivas para ellos y para su entorno. Un niño que no respeta las normas de convivencia, que se muestra de forma egoísta, que pega, que no comparte sus juguetes, no será querido por sus compañeros, y eso le ocasionará tristeza y frustración.
Tenemos que educar a nuestros hijos desde su nacimiento, es decir, enseñarlos a aceptar las normas y a convivir para que puedan disfrutar de una vida feliz.
¿Cómo puedo decirle “NO”?
1) Tenemos que ser inflexibles con las normas sociales absolutas (acostarse con los padres, hacer daño a alguien…), y con las normas propias de casa (ver la TV, acostarse a tal hora…).
2) La autoridad se transmite con la mirada y el tono de voz: hay que explicarle de frente, con seguridad y de forma tranquila y firme.
3) En las rabietas hay que mantener una posición indiferente, él solo tiene que resolverla, que llore el tiempo que quiera, nosotros le haremos caso cuando se tranquilice.
4) Corregirlos en casa o en público, en la calle también somos padres…
5) No dejarse chantajear con la expresión mala madre o mal padre, ignorar estos términos para que vea que de esta forma no va conseguir nuestra atención.
En conclusión, los niños tienen que aprender desde muy pequeños y dejarles bien claro el significado del “sí” y del “no”, porque de lo contrario podemos encontrar numerosos problemas a lo largo de su vida tanto nosotros como ellos.
Fuente: Psyciencia. Escrito por: Amparo Caladín