En el marco de la jornada internacional, conmemorado el 25 de noviembre, la Lic. Norma Figueroa analiza el contexto mundial y local de la problemática
Desde mediados del siglo XX, mujeres feministas y colectivos de mujeres organizadas de diversas nacionalidades luchan por visibilizar y erradicar los diferentes tipos de violencia de que son objeto las mujeres: tomando como referencia fundante aquel histórico Primer Tribunal Internacional de los Crímenes contra la Mujer (marzo de 1976) en Bruselas- Bélgica, donde se daba a conocer a la opinión pública la magnitud y profundidad de la opresión que afectaba a la mujer en un mundo dominado por varones, se abrieron nuevos caminos e inscripciones tanto legales como sociales:
– La instauración de un Día Internacional de la No Violencia contra las Mujeres (en 1981 se realizó en Bogotá- Colombia, el Primer Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, donde se eligió el 25 de noviembre, recordando el asesinato de las hermanas Mirabal, por orden de su gobernante Rafael Trujillo – República Dominicana).
– La aprobación de la Declaración sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer (Asamblea General de las Naciones Unidas 1993), en la que se definió la “violencia contra la mujer” como: Todo acto de violencia basado en el género que tiene como resultado posible o real un daño físico, sexual o psicológico, incluidas las amenazas, la coerción o la prohibición arbitraria de la libertad, ya sea que ocurra en la vía pública o en la vía privada.
– En la actualidad, la incorporación de la figura de femicidio-feminicidio en varias legislaciones latinoamericanas y en el Código Penal Argentino (Ley 26.791- Diciembre 2012); así como su reciente incorporación en la RAE (la Real Academia Española, que incluye en su aniversario Nº 300 el concepto de Feminicidio definiéndolo como el “asesinato donde la víctima es muerta por su condición de mujer”- octubre 2014). Son resultantes parciales de prácticas de incidencia pública que demuestran el avance en conciencia social a través de visibilizar y decontruir los patrones androcéntricos, que habilitan los diferentes tipos de violencias.
La violencia ejercida contra las mujeres incluye una amplia variedad, Violencia conyugal y violación marital (dependiendo del país, entre una y tres de cada cuatro mujeres son maltratadas físicamente en sus hogares de forma habitual). Abusos verbales, psicológicos, económicos, físicos, sexuales: explotación sexual y comercial infantil. Pornografía Infantil. Turismo sexual, “paraísos” sexuales con niñas menores en diversos países del tercer mundo. Tráfico y Trata de mujeres con fines de explotación sexual (entre 500.000 y 2 millones de personas se calcula que son víctimas cada año de Trata; las mujeres y las niñas representan alrededor del 80% de esas víctimas), esclavitud sexual, demanda y consumo prostituyente, abuso sexual infantil incestuoso y extrafamiliar, maltrato físico y emocional, tortura, clitoridectomías- mutilación genital, operaciones ginecológicas a veces innecesarias (histerectomías), esterilización forzada, acoso sexual laboral, hasta el feminicidio que es el extremo de un continuo de violencias y violentamientos sexistas.
El Feminicidio, categoría de carácter político (instala en el centro del debate a la impunidad – M. Lagarde), se produce y legitima históricamente a través de instituciones sociales y del Estado, muestra la base sexista y misógina de los asesinatos contra las mujeres, así como la implicación, directa o indirecta, del Estado, se manifiesta en tiempos de guerra y en tiempos de paz y está alimentado por la desigualdad de género, es resultado de prácticas sociales, culturales, judiciales y políticas que muestran el comportamiento agresivo de los varones.
Correr el “velo oscurecedor”, que cubre términos «neutrales» como homicidio o asesinato (Jill Radford y Diana Russell); violencia familiar, prostitución etc., revela el carácter social y generalizado de la violencia basada en la inequidad de género y pone en el centro del debate para los profesionales de la salud, los diagnósticos individualizantes, que tienden a culpar a las víctimas (teoría de la provocación); “patologizantes” al representar a los agresores como “locos-enfermos”, “fuera de control” o a concebir estas muertes como el resultado de “emociones violentas” y a las relaciones vinculares rápidamente como sado-masoquistas. Estos planteamientos suelen basarse en mitos y prejuicios, por lo general ocultan y niegan la verdadera dimensión del problema. Por ello, el concepto de feminicidio desarticula los argumentos de que la violencia de género es un asunto personal o privado y muestra su carácter profundamente social y político, aún cuando discursos neomachista de figuras como la del juez Zaffaroni pretendan desestimarlo (“la ley de femicidio no va a tener eficacia porque lo que tipificaron no existe. En la Argentina nadie sale a la calle a matar una mujer porque es mujer. Es una locura, no existe”).
Río Cuarto cuenta con feminicidios emblemáticos, de dudosas resoluciones judiciales y/o impunes al día de hoy:
– Laura Cecilia Mansilla, violada y asesinada, luego de haber concurrido a una fiesta de 15 años, en octubre de 1993.
– Lorena Micaela Ávila (3 años) fue raptada del frente de su casa, violada y luego asesinada. Secuestrada el 14 de febrero de 1998.
– Nora Dalmasso, encontrada asesinada el 26 de noviembre de 2006.
“La Casa del Encuentro”, creó el Observatorio de Femicidios de Argentina; basa sus cálculos en los reportes de prensa, estima que en los últimos cinco años murieron 1236 mujeres a manos de sus parejas o ex parejas y señala que la violencia de género tiene otras víctimas además de la mujer: sus hijos. Los femicidios ocurridos en 2013 dejaron alrededor de 400 chicos sin madre. Por ese motivo, la organización redactó un proyecto de ley que plantea la supresión de la patria potestad de los hombres condenados por femicidio, así como la suspensión de la misma durante el tiempo que dura la investigación judicial de estos asesinatos.
Invitada:
Invitada: Lic. Norma Figueroa.M.P. 638