Nidia Represa es una joven de 22 años que durante la adolescencia sufrió de terribles episodios de Bullying que le dejaron serias secuelas: alopecia (pérdida del cabello), fuertes dolencias de estomago, afecciones de garganta y alergias alimentarias.
Pero que a pesar de todo, y con el apoyo incondicional de su familia, pudo salir adelante. Hoy Nidia estudia en el segundo año de psicología y ya escribió su primer libro: “Bajo mi piel”,En el que narra la odisea que vivió, las características del Bullying escolar y cómo puede destruir la salud e integridad de una persona:
Todas las víctimas de acoso escolar sufrimos un proceso de autodestrucción, porque el acoso deja tan baja la autoestima que al final crees todo lo que te están diciendo y terminas por autodestruirte. Piensas que no eres nada, que todo lo que haces y dices está mal. Es cuando te preguntas «¿para qué estoy aquí?, ¿por qué vivo?». Entonces te dices que a lo mejor no deberías estar aquí. Pero lo que más me dolió fue que los acosadores eran chicos que yo conocía desde muy pequeña y mis mejores amigos estaban detrás.
Me costó mucho superarlo. Primero porque yo no dije nada durante muchos años. No quería hacer daño a los demás. Fui año tras año a peor, las secuelas iban a más, me costaba más relacionarme, suspendía más… Y llegó un momento que colapsé. En segundo de bachiller ya no pude más. Cogía el Metro para ir a clase y me daban ataques de pánico pensando en los exámenes. Entonces me tracé un plan: no voy a clase, estudio por mi cuenta y haré los exámenes cuando lleguen. Además había empezado a hacer amigos pero me daba mucho miedo porque eso significaba que ellos me estaban conociendo más y yo me estaba volviendo más vulnerable. Intenté ocultarlo, pero mi madre lo descubrió. Lo peor es que yo no sentía, estaba hueca, vacía… Al llegar hasta el fondo me di cuenta de que me tenía que recomponer, y encontrarme a mí misma. Mi madre y mi psicóloga comenzaron a darme estrategias para ello. Poco a poco comencé a salir adelante.
Todavía, en ocasiones, a sus 22 años y en segundo curso de Psicología se despierta su fobia a los exámenes. «Vuelven los fantasmas del pasado», comenta Nidia Represa con una sonrisa. Esta joven sufrió acoso escolar durante 2º y 3º de la ESO. Cambió de instituto, pero eso no frenó las secuelas que, por el contrario, fueron a más. Con la ayuda de una psicóloga y de su familia comenzó a superarlo. No sin pagar un alto precio. Su padre Carlos Represa comenta que «nunca sabremos ni llegaremos a saber si enfermedades y dolencias que ha tenido se deben a psicomatizaciones por aquel sufrimiento». Entre ellas: alopecia, dolencias de estómago inexplicables, afecciones de garganta continuas y el desarrollo de alergias almentarias.
Pasados los años Nidia ha escrito «Bajo mi piel» (Ed. Galatea), donde narra los pensamientos y emociones de una víctima de «bullying». Ella ahora ayuda a otros niños y adolescentes a salir de estas crueles situaciones y en sus conferencias lleva un mensaje esperanzador: del acoso escolar se sale.
—¿Cuándo se da cuenta de que está sufriendo «bullying»?
—¿Qué fue lo más doloroso?
—Todas las víctimas de acoso escolar sufrimos un proceso de autodestrucción, porque el acoso deja tan baja la autoestima que al final crees todo lo que te están diciendo y terminas por autodestruirte. Piensas que no eres nada, que todo lo que haces y dices está mal. Es cuando te preguntas «¿para qué estoy aquí?, ¿por qué vivo?». Entonces te dices que a lo mejor no deberías estar aquí. Pero lo que más me dolió fue que los acosadores eran chicos que yo conocía desde muy pequeña y mis mejores amigos estaban detrás.
El «ciberbullying»
—¿Después continuaba en casa?
—El «ciberbullying» me llegó más tarde. Ya me había cambiado de instituto cuando el acoso se trasladó a las redes sociales. Yo me había ido, pero ellos seguían detrás de mí y haciéndome daño a través de internet. Sentí que por mucho que me fuese y que intentara volver a empezar, no podía huir de ellos.
—¿Se ha reencontrado con tus acosadores?
—No. Me encontré con una compañera que estaba entre los acosadores pasivos. Luego supe que ella me defendía en el grupo de los acosadores. A ella luego la hicieron daño.
—Cambió de instituto, pero le costó mucho superar las secuelas.
—Estuve dos años y medio, hasta 2ª de bachiller, sufriendo las secuelas y las preocupaciones: tenía que seguir, tenía que encajar en un nuevo instituto, que los demás no me viesen como un bicho raro, me preocupaba cómo era yo, el pelo, los exámenes… Les tenía miedo. Por más que hacía y me decían, no conseguía aprobar. No retenía nada de información por mucho que estudiase y dedicara horas a leer. El examen no lo dejaba en blanco, pero escribía sin tener sentido, aunque parecía que sí había cogido apuntes.
Me costó mucho superarlo. Primero porque yo no dije nada durante muchos años. No quería hacer daño a los demás. Fui año tras año a peor, las secuelas iban a más, me costaba más relacionarme, suspendía más… Y llegó un momento que colapsé. En segundo de bachiller ya no pude más. Cogía el Metro para ir a clase y me daban ataques de pánico pensando en los exámenes. Entonces me tracé un plan: no voy a clase, estudio por mi cuenta y haré los exámenes cuando lleguen. Además había empezado a hacer amigos pero me daba mucho miedo porque eso significaba que ellos me estaban conociendo más y yo me estaba volviendo más vulnerable. Intenté ocultarlo, pero mi madre lo descubrió. Lo peor es que yo no sentía, estaba hueca, vacía… Al llegar hasta el fondo me di cuenta de que me tenía que recomponer, y encontrarme a mí misma. Mi madre y mi psicóloga comenzaron a darme estrategias para ello. Poco a poco comencé a salir adelante.
«Acabas desarrollando fobia social y te cuesta mucho volver a la sociedad. Yo ya no soy tan confiada como antes»
—¿Qué es lo más difícil de superar?
—La fobia social que al final acabas desarrollan. Luego, te cuesta mucho volver a la sociedad y rehabilitarte. Yo hablaba con todo el mundo y era muy abierta. Ahora me cuesta más moverme en la sociedad y soy más introvertida. Eso me ha costado más superarlo, porque piensas en el daños que te puede hacer la gente o lo que te puede decir. Ahora estoy mejor. Pero no soy tan confiada como antes.
—¿Su libro «Bajo mi piel» refleja mucho de lo que ha vivido?
—No es mi historia, pero muchos episodios que sufre Mara, la protagonista, están basados en lo que pasé yo. También lo he basado en otros casos. Pero las emociones, pensamientos, metas y procesos que se ven a nivel interno sí es lo que yo experimenté. Y es un proceso común que más o menos sufrimos igual todos los hemos sido acosados.
—Desde que esto le ocurrió en 2009 ¿crees que hay una mayor sensibilidad sobre el acoso escolar?
—Sí hay más concienciación, pero no la suficiente. He tenido profesores que están concienciados y quieren ayudar, pero hay un muchos colegios que lo ignoran y creen que son bromas de niños, y que lo siguen ocultando.
—¿Por qué le cuesta tanto a una víctima de acoso escolar contar a alguien su sufrimiento?
—Porque no ven una salida. Es como dice Diego en su carta que ha tomado esa decisión porque no hay otra forma de huir, no hay ninguna manera de no ir al colegio, que es su meta. Estás tan cegado y perdido por el dolor que no lo ves. El punto clave son los que te rodean, en mi caso fue la familia, como muchos otros. Y el que realmente debería captar el acoso es el profesor porque es quien está en clase, quien te conoce, quien está durante toda la acción.
«El colegio es una mini sociedad, por tanto con todo lo bueno y malo de la sociedad»
—¿Cree que el acoso escolar existe en todos los colegios e institutos del país?
—Sí, no es que lo crea es que lo sé. El colegio es una mini sociedad, y como en la sociedad, hay gente mala que siempre está criticando y ridiculizando a las demás personas. El colegio es todo lo malo y bueno de la sociedad. Los niños imitan lo que aprenden de la sociedad. Si un niño ve que sus padres están criticando constantemente a los demás, el reproducirá esa pauta en el cole.
—¿Cuál es la solución al «bullying»?
—Es un poco todo. La gente tiende a echar la culpa al acosador, le ven como un delincuente. Yo lo que he aprendido es que el acosador es un niño que también puede tener problemas y por eso vuelca su frustración y dolor contra los demás. También los profesores necesitan formación sobre el «bullying»:ellos pueden observar cuando un niño tiene problemas y conocen a sus alumnos, cómo se relacionan, cómo lleva los deberes, si estudia… Si ves que alguna de sus características cambia algo está pasando. Y las familias también deben prestar atención a sus hijos, abrazarles, darles besos, empatizar… A los niños les hace mucha falta, porque muchos padres dan prioridad al trabajo y vuelven a casa irritados y cansados sin pasar tiempo con sus hijos.
—¿Qué dirías a un niño que se encuentra en esta situación?
—Que no se calle, porque de lo que yo me arrepiento es de haberme callado durante tanto tiempos. Si lo hubiera dicho antes no hubiese llegado al límite. Ahora hay más alternativas, ayudas, opciones y recursos. Tiene que saber a quién decírselo, a sus padres, al tutor, a su prima, a su amigo… y que alguno busque ayuda.
—¿Realmente cree que lo tiene superado y olvidado?
—Lo veo como una mala anécdota, como otras experiencias que a otros les toca pasar que pueden ser igual o más dolorosas, pero siguen siendo dificultades. Lo importante de todo es saber aprender de ello y positivizarlo. Sí yo lo he superado, todo el mundo lo puede hacer. Te quedan alguna secuela como que te cuesta un poco más superar como sociabilizarte, o miedos los exámenes… pero también te hace más fuerte.