Muchas personas se sienten solas aun cuando tienen una familia y amigos, y una de las razones es que no pueden enriquecerse en la relación con los demás. En las fiestas de fin de año, esta sensación cobra más notoriedad.

Muchas veces escuchamos a personas quejarse de soledad. “Me siento solo”, nos dicen. Esto no necesariamente lo dice alguien que está sólo literalmente. En la mayoría de los casos son personas que tienen familiares y amigos.

¿En qué consiste este sentimiento?, ¿con qué tiene que ver? No en el hecho precisamente de tener compañía externa, porque incluso se pueden tener relaciones sexuales y sin embargo sentirse profundamente solo.

Adultos y jóvenes buscan a través del consumo (alcohol, drogas, sexo) paliar este sentimiento. Individuos que van a un casino, a un bingo donde hay muchas personas, una sentada al lado de la otra, donde se da la ilusión de alguna compañía, son pseudovínculos, que por otra parte incrementa un el profundo sentimiento de soledad por encuentros fugaces altamente frustrantes.

¿Dónde radica, dónde se gesta este sentimiento? En los primeros vínculos es la respuesta y luego en las construcciones futuras.

Desde el psicoanálisis decimos que la materia prima está dada por la capacidad del adulto en el rol materno de implantar en el pequeño ser una serie de representaciones amorosas que tienen que ver con la propia existencia. Esto se transmite a través de mensajes verbales y no verbales.

No hablamos de sentimiento de soledad solamente como efecto de una carencia primaria: este sentimiento debe ser explorado en cada persona en particular.

La soledad y el intercambio con los otros

Hay algo que es clave: para poder dar, primero se debe poder reconocer que se ha recibido de otro. De este reconocimiento depende el exitoso intercambio afectivo con las personas. El amor es reciprocidad: yo recibo, lo reconozco y en consecuencia puedo dar.

La soledad tiene que ver, en última instancia, con esta imposibilidad de reconocerse en el intercambio con el otro y con la imposibilidad de disfrutar, no solamente de lo que el otro da, sino de lo que el otro tiene. Aquí radica el sentimiento de soledad, o de sentirnos solos en la profundidad de nuestro ser.

Por lo tanto, sentirnos acompañados o “junto con”, tiene más que ver con nosotros mismos, con nuestra historia y aquello que pudimos o supimos construir en el intercambio amoroso desde nuestra más temprana infancia y a lo largo de nuestra existencia.

De ello dependerá también nuestra capacidad de establecer vínculos más o menos independientes y de sentirnos capaces de dar y recibir tanto en el plano afectivo como en el material.

Dar la oportunidad para que emerja el genuino sentimiento de generosidad es condición para esa plenitud interna, es lo único que nos sacará del vacío existencial que ningún tipo de consumo puede sustituir, y es el que nos alejará del sentimiento angustioso, que empobrece al ser y nos hace sentir verdaderamente solos.

Las fiestas, un momento donde la soledad aflora

En las fiestas, donde suele aparecer con mas notoriedad este sentimiento de soledad, y donde también se manifiesten conflictos familiares o interpersonales, por ser momento de reunión, es importante sobreponerse al “discurso cultural” o a los mandatos sociales de “festejar” como sea, y darnos el tiempo de reflexionar y tomar estas celebraciones como un momento más de nuestras vidas, quitando del medio dramatismos innecesarios.

Lic. Estela Dova, Psicóloga (M.P. 1936). Miembro de la Fundación Clínica de la Familia


Escuchá la entrevista a la Lic. Estela Dova en el micro de Informar Para la Salud en FM Digital 91.9 realizada el martes 24 de diciembre de 2012:



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