El artículo invita a reflexionar acerca de la función de los padres en la etapa de la adolescencia y en el proceso de la autonomía
La adolescencia, desde el punto de vista de la constitución del psiquismo, es el tiempo durante el cual se define y asume de manera más o menos estable la identidad sexual y se recomponen formas de identificación, pues se abandonan las identificaciones infantiles ligadas a las propuestas originarias (progenitores u otros adultos significativos de la infancia) para abrirse a modelos intergeneracionales fuera del ámbito familiar más próximo.
Lo que ocurre es que hoy la familia parece haber dejado el lugar de fuente de información y los medios han tomado a su cargo esa función; es como si el otro (semejante) fuera un simple mediador de información pero no la fuente desde la cual proviene la misma. Los modelos identificatorios de la sexualidad circulan entre personajes virtuales más que dentro de figuras del entorno más próximo. Se diría que hay una especie de vacío representacional para los jóvenes donde el discurso parental ronda más alrededor de lo autoconservativo (andá con cuidado, te pueden robar, matar o vaya uno a saber qué otro tipo de situación extrema).
El mandato es: que se diviertan todo lo más que puedan, pero que se garanticen que sobrevivirán económicamente, incluso despojando al estudio de valor y lugar que antes ocupaba.
Además, en una gran mayoría nuestros adolescentes se encuentran con papás
“desorientados” o más bien adolentizados ellos también, donde desde la ropa, pasando por las costumbres, vocabulario, etc. manifiestan un comportamiento más cercano a la propia edad de sus hijos que a la madurez que supone la edad adulta. Se podría aseverar que nos encontramos en una situación en la cual nuestros adolescentes se ven sometidos a una ausencia de universo identificatorio.
Estos adolescentes nuestros, carentes de padres que ejerzan de manera real su función, reciben bienes materiales, pocas o escasas frustraciones, enfrentan pocos límites o límites muy laxos, tienen padres adultos quizá para lo que la vida social les exige a ellos mismos, pueden ser incluso existosos en su actividad laboral, pero a la hora de ejercer la paternidad se encuentran incapacitados. Se mimetizan con los adolescentes, parecen no poder guiarlos, se “entretienen” en todo tipo de actividades autoplacenteras, gimnasios, hobbies, terapias pseudoespirituales, pero es como si se negaran a ejercer la función profunda, necesaria y a veces dolorosa de abandonar su propia adolescencia para encontrar otro sentido a sus vidas, el de ejercer paternidades comprometidas y responsables.
Se confunde paternidad con amistad, no podemos ser amigos de nuestros hijos. Siempre encuentran una excusa para la ausencia: el trabajo, el tiempo, el miedo a ser autoritarios, etc.
Estos hijos criados por padres adolescentes, serán ellos también eternos adolescentes. Porque no es lo mismo tener hijos que ser padres, tener un hijo puede ser un mero hecho biológico pero atravesar la experiencia y asumir los roles paternos es algo que trasciende lo personal y nos involucra en toda la dimensión humana, es un hecho verdaderamente trascendente, que requiere entre otras cosas compromiso, responsabilidad, es un acto voluntario de verdadero amor.
Nuestros jóvenes deben elegir con libertad, pero la libertad no puede pensarse si no hay representación de futuro, no se puede proyectar si hay un vacío representacional. Las posibilidades reales de ejercicio de la libertad requieren ciertas condiciones que por diversas razones no estamos pudiendo garantizarles a las nuevas generaciones. Revisarnos en nuestro roles adultos es la tarea que nos toca y deberíamos asumirla como tal.
Por otra parte, no se puede entender el concepto de libertad desligado del de responsabilidad. La libertad junto a la responsabilidad es la que nos puede garantizar una verdadera autonomía. Autonomía significa lo que cada uno es capaz de hacer con los propios recursos o con los recursos con los que cuenta. ¿Qué podemos hacer con lo que tenemos? Sería la pregunta relacionada con la autonomía.
De manera que para contar con adultos responsables y autónomos en un futuro próximo debemos poder ayudarlos a atravesar un camino de aprendizaje y de esperas, saber postergar, esperar sin desesperar ni resignar, es parte imprescindible del crecimiento interior.
Lic. Estela Dova – Psicóloga M.P. 1936
Mgter. en Psicoanálisis
Miembro de Fundación Clínica de la Familia