Curar, aliviar, consolar, actuar, decidir, son las acciones cotidianas que caracterizan el desempeño de esta profesión. El autor informa sobre el origen de este día y rinde homenaje a sus colegas.

¿Por qué el 3 de diciembre? Porque es el día del nacimiento de Carlos Finlay, médico cubano que demostró el modo de transmisión de la fiebre amarilla a través del mosquito, hallazgo de trascendencia mundial que evitó miles de muertes en América Latina. La fiebre amarilla fue estudiada clínicamente durante centurias, pero los estudios de Finlay que comenzó a ocuparse de la enfermedad, en 1865, resultaron determinantes.

En 1881, ante la Academia de Ciencias de la Habana presentó su trabajo fundamental: “El mosquito hipotéticamente considerado como agente transmisor de la fiebre amarilla”, en el que describía los detalles, las características y los hábitos del mosquito y anunciaba la trascendente experiencia del contagio en personas.

En 1901, diecinueve años después, la IV Comisión Americana para el Estudio de la Fiebre Amarilla confirmó y amplió las ideas de Finlay, que dieron los pasos para la prevención por medio de la lucha contra los mosquitos, dejando atrás la idea de que el mal se transmitiera por la ropa, o por los objetos que hubieran estado en contacto con los enfermos.

El día del médico fue declarado en el Congreso Médico reunido en Dallas, Texas, en el año del centenario del natalicio de Juan Carlos Finlay (1933), señalando el 3 de diciembre como fecha de conmemoración.

Luego se sumó Argentina, donde se festeja por iniciativa del Colegio Médico de Córdoba, avalado por la Confederación Médica Argentina y oficializada por decreto del gobierno nacional, en 1956.

En este mundo actual, donde la vertiginosidad de las comunicaciones cumple un papel trascendente; en este mundo donde el exitismo es el protagonista número uno de todos nuestros deseos, cumple un rol de tremenda relevancia el accionar médico. Un mundo lleno de desafíos y donde ser ganador es casi una obligación, un mundo donde ser triunfador se transforma en una necesidad.

Ser médico es un poco vestirse de héroe, con su guardapolvo blanco o su ambo quirúrgico y subir a la cancha… perdón, a la vida y enfrentarse a los malos de la película: la enfermedad, el dolor y la muerte.

Pero en esta lucha no estamos solos, la tecnología ha sido y es nuestra principal aliada. Una tecnología que hoy nos permite el diagnóstico a través de imágenes; casi con una precisión del análisis celular; simplemente con cortes virtuales de energía, como la interferometria y el ultrasonido, que logran precisiones asombrosas en el diagnóstico y tratamiento.

También la telemedicina que es otro de los grandes avances tecnológicos del mundo contemporáneo, permite realizar interconsultas y cotejar casos clínicos, empequeñeciendo el mundo y acortando distancias, casi como si todas las fuerzas médicas se reunieran en una junta profesional en un mismo consultorio.

Así es donde en esta lucha desigual entre la vida y la muerte, el médico héroe, ha sido entrenado y capacitado por los maestros más sabios de todos los tiempos para aliviar y curar algunas veces, pero consolar siempre.

Esta lucha desigual, donde los médicos, soldados de la vida, nos enfrentamos al igual que David y Goliat a la enfermedad y la muerte, imaginando ganarles y arrebatarle al destino pinceladas de vida que se traducen en nuestro mayor premio… una sonrisa sincera… una mirada con lágrimas de emoción o simplemente con un fuerte apretón de manos con un “GRACIAS DOCTOR”.

Invitado: Dr. Roque Jerabek.

Médico – M.P. 18.909

Socio de Colegio Médico Regional Río Cuarto


Nota publicada en diario puntal el sábado 3 de noviembre de 2016.

Informar para la Salud - 23-07-16


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