Los temores en la infancia son parte del desarrollo evolutivo esperable. Cuando los mismos afectan las actividades diarias de un niño y su familia, hablamos de un problema emocional.
Durante el desarrollo normal de un niño aparecen regularmente temores, que suelen ir cambiando con la edad y se consideran parte de la maduración emocional y cognitiva del niño. Los estudios realizados acerca de los miedos en niños pequeños indican que estos centran sus temores en los extraños, en la oscuridad, en el miedo de ser abandonados, en dormir solos y en seres imaginarios como moustros, zoombies y fantasmas. En la pre-pubertad además se agregan: el temor a las pesadillas, a la muerte y a la creación de ciertas fantasías; paradójicamente a esta edad aumenta la afición a juegos, relatos y películas de terror y suspenso. Para diferenciar si es un miedo evolutivo o el desarrollo de una posible fobia, la clave está en ver si las conductas de evitación y temor dan lugar a una incapacidad social significativa, es decir, que afecten las actividades diarias del niño y de la familia, en este caso hablamos de fobia.
Se define fobia como un miedo irracional e intenso que surge ante la presencia real o imaginada de objetos, personas o situaciones que se perciben amenazantes. En estos casos el niño no siente tener posibilidades o recursos para afrontar y controlar esta situación, es por lo que siempre se acompañan de conductas consecuentes de evitación y rechazo, interfiriendo en la adaptación de sus actividades diarias.
Las fobias más características en la infancia son a los animales (salvajes, domésticos o insectos), escolar, alimentaria y al dormir. En menor grado también se observan las fobias a los fenómenos naturales, a las alturas, a las enfermedades, a los robos, entre otras. Con respecto a la escolar, es necesario especificar si el niño se resiste ir a la escuela por un temor real o imaginario con respecto a lo que allí ocurre, o si es la angustia de separase de sus padres. Lo mismo ocurriría con el miedo al acostarse para dormir, se necesita esclarecer si es un temor al sueño, o es una dificultad que tiene que ver con un inadecuado desarrollo de hábitos de ir a dormir, o por el miedo a la oscuridad o a quedarse solo.
Si creemos que un niño podría estar desarrollando una fobia, es importante acudir a un profesional y su diagnóstico dependerá de la historia del temor, las soluciones intentadas por los padres y la personalidad del niño. Es importante valorar como responde la familia ante esta situación, ya que las fobias son en gran parte aprendidas y reforzadas en el ambiente familiar. El aporte de las neurociencias también indica la predisposición genética del niño al temor, revelando como la interacción entre el niño y los padres pueden estimular o inhibir las cualidades genéticas asociadas al miedo.
El tratamiento psicológico para fobias, se elabora y se adapta a las cualidades del niño y de su familia. En primer lugar se generan estrategias que se aplican de manera gradual con el niño; y en segundo lugar, se involucra en el tratamiento a los padres con psicoeducación sobre el mecanismo de la fobia y que acciones en la familia mantienen este cuadro. Si tenemos un niño que presentaría estas características, es importante consultar a un profesional y desde nuestro hogar fomentar un clima familiar comprensivo, que pueda validar estos sentimientos de temor y que pueda crear el marco emocional adecuado para que el niño logre afrontar su miedo y sobretodo que le genere un aprendizaje para su vida.
Lic. Eliana Bertorello. Psicóloga. M.P. 8363
Miembro de Fundación Clínica de la Familia
Nota publicada en Diario Puntal el sábado 22 de julio de 2017