La acción de postergar actividades o situaciones que deben atenderse, sustituyéndolas por otras situaciones más irrelevantes o agradables, puede generar problemas y un intenso malestar emocional.
Muchos de nosotros vamos por la vida postergando una gran variedad de tareas sin hacer, de distinta índole, grandes y pequeñas, importantes o cotidianas. Así por ejemplo, se acumula la ropa sucia, el desorden en la casa, las materias por rendir, el trabajo en la oficina. Este fenómeno de gran importancia se llama procrastinación. Según establece la Real Academia Española el verbo procrastinar, procede del verbo latín procrastinare (de pro, para y cras, mañana, es decir, “posponer hasta mañana”) y significa “diferir o aplazar la ejecución de un acto”. Por tanto, la procrastinación es la acción de postergar actividades o situaciones que deben atenderse, sustituyéndolas por otras más irrelevantes o agradables. Cuando dicha actitud se vuelve habitual, la procrastinación se convierte en un trastorno del comportamiento que puede afectar de manera significativa el bienestar físico, psicológico y social de la persona.
Cuando posponemos, dejamos para después las cosas, formando un círculo vicioso entre ansiedad, inquietud, abatimiento y culpa, lo que genera más ansiedad. Se ha comprobado que cuando ésta es vivida de manera crónica puede afectar también la salud, pueden aparecer problemas gastrointestinales y problemas relacionados con el sistema inmune.
Las consecuencias o complicaciones que genera la procrastinación pueden ser: laborales, personales, familiares y sociales. (Flores, 2014).
Las complicaciones laborales están muy relacionadas con las tareas, el manejo del tiempo y las relaciones formales en el trabajo. Si la conducta de aplazar o postergar se mantiene en el tiempo las consecuencias en éste ámbito serían: dejar tareas o trabajos incompletos, dejar fallas en el servicio o producto que realiza, planeación deficiente o nula en el trabajo, trabajar en tareas urgentes y olvidar las importantes, perder oportunidades de crecimiento.
Las complicaciones personales, tienen que ver con la autoestima o la concepción que tiene la persona consigo misma. El tener un autoconcepto erróneo o negativo, genera una creencia de que se es incapaz de ser lo que quiere ser. La persona realiza una crítica severa hacia su persona.
Éste fenómeno también trae aparejado consecuencias familiares tales como: aferrarse a una relación que ya está deteriorada, postergar un día con los hijos, vivir ilusionado con las vacaciones que va a tomar con su familia sin cumplirlas, evitar acercarse a la persona amada, postergar la felicidad propia.
En el ámbito social los procrastinadores no disfrutan, no se divierten, postergan los encuentros interpersonales lo que traería aparejado pérdida de relaciones afectivas importantes.
Hay autores que consideran que la procrastinación se debe a que la persona posee creencias irracionales sobre lo que implica terminar una tarea adecuadamente, en ese sentido, tiende a plantearse metas altas y poco reales que por lo general lo llevan al fracaso. Es entonces que al intentar calmar esas consecuencias emocionales, demoran el inicio de las tareas, hasta que no sea factible completarlas de manera apropiada, evitando así cuestionar sus habilidades y capacidades. (Ellis y Knaus 1977)
La procrastinación sería resultado por una parte del perfeccionismo, y por otra de una visión de la autovalía basada en lo que uno es capaz de lograr. El procrastinador se devalúa a sí mismo debido a sus conductas de postergación pasadas y presentes, lo que promueve aún más los aplazamientos y los sentimientos de ansiedad y depresión.
Un tipo de conducta que ha sido relacionada por muchos autores a la postergación de tareas es el autoboicot, el cual consiste básicamente en poner obstáculos para evitar el propio progreso. Las autoras Burka y Yuen (1983) explican éste comportamiento como un miedo al fracaso escondido por una baja autoeficacia. El autoboicot también es asociado a un elevado perfeccionismo, un ejemplo podría ser dedicarse a realizar tareas para los demás que le impida a la persona lograr sus objetivos, evitando así poner a prueba realmente su capacidad.
Cuando este proceso se hace crónico es necesario consultar con un especialista de la salud mental, para abordar a tiempo la problemática y prevenir consecuencias futuras. Se recomienda fijar metas de corto plazo, realizar las tareas más difíciles en primer lugar, trabajar con ciertas técnicas de gestión del tiempo, elaborar listas de tareas que hay que efectuar, con una estimación del tiempo necesario para terminarlos, identificar prioridades, planificar horarios adecuados. La persona debe encontrar motivación en sus actividades y, a su vez, tiene que aceptar las responsabilidades que le tocan.
Lic. Mariela Lucero. Psicóloga – M.P. 104 (San Luis)
Profesora de Psicología Clínica Cognitiva Integrativa,
Universidad Nacional de San Luis
Nota publicada en diario Puntal el sábado 29 de julio de 2017.