El inicio de la vida sexual de nuestros hijos se ha adelantado de manera evidente en los últimos años, lo que implica riesgo de embarazos no deseados, enfermedades y hasta disfunciones sexuales futuras.
La sexualidad en todas las etapas de nuestra vida está acompañada de diferentes indicadores que la caracterizan, pero la adolescencia se destaca porque muchos se convierten en sexualmente activos.
Entre los 16-18 años (mitad de la adolescencia) generalmente se vuelven más comunes las relaciones de noviazgo que son cortas, pero muy intensas y donde e los comportamientos sexuales por sobre todo la “iniciación”, están determinados por factores como: búsqueda de la identidad; querer sentirse más adultos; búsqueda solo por el disfrute de la actividad sexual; presión del grupo; entre otros. Sumándose a esta actual revolución sexual con estímulos permanente de erotización donde las nuevas tecnologías juegan un importante papel, corriendo al adulto de su lugar de educador.
Estadísticamente hay datos que expresan que los adolescentes inician sus relaciones, antes de ser suficientemente maduros para protegerse a sí mismo y proteger a su pareja sexual.
También estadísticamente se conoce, que muchos de ellos están provistos de una escasa y/o tergiversada información sobre los métodos de prevención, tanto de infecciones de transmisión sexual (ITS), como de embarazos, y en donde muchos se guían por la sugerencia de sus propios pares (tan escasa información, como la propia) dejando de lado al adulto, ya sea por vergüenza o por temor.
Especialistas afirman que el inicio sexual antes de tiempo -antes de una madurez mental y afectiva completa- tiene como riesgos, además del embarazo y de las ITS, la aparición de disfunciones sexuales debido a las circunstancias en que se viven las relaciones sexuales y la separación entre genitalidad y afectividad, enfrentándose la mayoría de las veces a una sexualidad incompleta.
Es discutido, pero existen varios expertos que preconizan que las relaciones sexuales adolescentes, cuando se viven con rapidez, a escondidas, en el escaso tiempo disponible en que pueden estar solos, pueden predisponer al desarrollo de disfunciones sexuales en la adultez como eyaculación precoz, anorgasmia, o alteraciones del deseo sexual.
Los profesionales de salud (ginecólogos, médicos, etc.) reconocen que más allá de las campañas preventivas-informativas que se están ofreciendo permanentemente, siguen siendo limitadas las consultas de los adolescentes, y cuando llegan, es porque se encuentran en una situación que no saben cómo resolver.
Es por eso necesario, insistir que es la familia la principal educadora, que es erróneo postergar el dialogo creyendo que hay que esperar a las preguntas de los chicos -o más aún- que hablar de sexualidad es adelantar o permitir el inicio de las relaciones sexuales. Lamentablemente muchas veces cuando esta comunicación llega, nuestros jóvenes ya han vivido experiencias poco gratas por desinformación; o por iniciarse para no quedar mal frente a sus pares.
Aquellos adolescentes que tienen diálogos sobre sexualidad responsable con sus padres, son más propensos a posponer la actividad sexual; a tener menos parejas sexuales; a tener relaciones con cuidado; a utilizar preservativos para prevenir no solo el embarazo, sino también las enfermedades de transmisión sexual. Son los padres que hablan con sus hijos, lo que hacen que las experiencias sean diferentes, ya que ellos sienten que pueden contarles en el momento de decidir iniciarse.
Desde que son pequeños podemos ayudarlos, abordando temas que informan y orientan una vida adulta sana y gratificante. Fortalecer su autoestima y también ayudarlos a fijar otras expectativas acerca de su actividad sexual.
La familia es la principal institución educadora de los hijos y es responsable de que se formen exitosamente como seres afectivos; sociales; productivos; intelectuales y sexuales. No se debe delegar esta responsabilidad a la escuela o a los medios. Es una responsabilidad que debemos asumir desde el rol de padres y como parte de la educación integral. Somos los padres quienes pueden ayudar a posponer esas relaciones, no desde las prohibiciones, sino desde el dialogo.
Lic. Lilian Jaule. Psicopedagoga. M.P. 22-1428 – Educadora sexual.