El autor reflexiona e informa acerca de la participación de los progenitores en un proceso terapéutico con niños.

Informar para la Salud - 20-02-16

Cuando se inicia un trabajo terapéutico con niños hay una serie de determinantes que deben ser tenidas en cuenta: en términos generales todos aquellos ámbitos en los cuales el niño se desenvuelve y las personas involucradas en esos ámbitos: la escuela, los docentes, directivos y compañeros, el club, el barrio, los vecinos y una serie de etcéteras que, según el caso, puede ocupar más o menos líneas. En esta trama, un ámbito y una serie de relaciones ocupa un lugar privilegiado: los padres (o aquellos que cumplan sus funciones, de ningún modo se hace referencia a entidades de orden genético o de consanguineidad).

En ocasiones por decisión propia -de uno de ellos o de los dos-, en otras por indicación del pediatra o por sugerencia de la escuela, son los padres quienes solicitan la intervención del Psicólogo, son ellos quienes garantizarán la continuidad del tratamiento y son ellos, también, quienes le pondrán fin. Por tanto, no es un elemento menos determinar qué posición ocuparán en el transcurso del trabajo terapéutico.

Se considera que el psiquismo del niño es una estructura en constante formación, ocasionada múltiplemente, susceptible de transformación y determinada por los discursos sostenidos por los otros significativos para el niño en su medio. Los enunciados paternos (insisto: la referencia es a las personas que son significativas para el niño, puede ser el papá, la mamá, un tío, un abuelo, etc.) son condicionantes del funcionamiento del niño en sus diferentes ámbitos; no existe, en el niño, la posibilidad de poner en cuestión esos enunciados y son tomados como una verdad absoluta por la enorme carga afectiva que encierran. Así, por ejemplo, si un padre le dice a su hijo “sos un inútil”, o, por el contrario, “sos el mejor”, esos enunciados marcarán efectos en la percepción que ese niño tenga de su realidad y condicionará su modo de vinculación con el entorno.

Los padres, a veces no está mal recordarlo, son personas y por tanto arrastran en cada uno de los aspectos de su vida su propia historia, la de sus respectivos padres, sus deseos, sus temores, sus prohibiciones, sus expectativas respecto de ese hijo; la situación laboral y económica, la dinámica de la pareja, la relación con los otros hijos, las diferencias de concepciones que inevitablemente existen en las parejas respecto de cómo proceder, etc. (esta lista puede hacerse interminable); son elementos que se ponen en juego en la situación actual que vive el niño, por la que consultan, y sobre los cuales hay que tomar conocimiento en una serie de entrevistas puesto que, como se ha dicho, son determinantes. No pocas veces los papás preguntan, camuflando una queja: “¿qué tiene que ver cómo me llevo con mi mamá con lo que le pasa a mi hijo?”, o “¿qué importancia tiene lo que hacía a los 4 años si en la escuela le va mal ahora que tiene 10?”. Las personas somos un continuo, no solo de nuestra propia historia personal, sino de esa historia que  empezó a escribirse incluso antes de que naciéramos, la de nuestros padres y abuelos y en la cual nos insertamos.

En términos prácticos, si bien existen diversos modos de abordaje, elijo tomar una serie de entrevistas con los padres  -juntos si deciden venir juntos, separados si están separados o alguno no puede asistir, etc- y recién, luego de escuchar esos discursos, recibo al niño en el consultorio. Ocasionalmente, pueden pactarse entrevistas con los docentes o algún otro significativo que intervenga con el niño. La estrategia terapéutica consiste en involucrar a todos aquellos que forman parte de la vida del niño en el proceso de intervención que se nos solicita, con la premisa de que no es posible exigir a ese niño ninguna modificación (de su conducta, de su rendimiento escolar, del control de sus impulsos, etc.) sino es acompañada por una modificación de los otros significativos que forman parte de la vida de ese niño.

Un niño es, siempre, con otros.

 

Lic. Guillermo Aizcorbe.  Psicólogo – M.P. 7021

Miembro de Fundación Clínica de la Familia


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