Según la mitología griega, Penélope esperó a Ulises durante 20 años tras la Guerra de Troya.
En psicología, el Complejo de Penélope se usa para describir situaciones en las que la espera se transforma en una constante existencial.
«¿Porque no me elige a mí? Me quiere… O eso es lo que me dice, y yo lo sé, la pasamos bien juntos. Con la esposa ya dejó de sentir hace mucho tiempo, no puede dejarla todavía. Pero la sigue eligiendo a ella, y siempre está a punto de terminar pero no. ¿Qué hago mal yo, en que me equivoco? ¿Por qué no puede elegirme a mí y ya.»
Le explico a esta mujer, y a todas las que me cuentan historias parecidas (que son muchas), que esperan ser correspondidas con el amor de ESE hombre, que: no hay nada que hagan mal ellas, no está a su alcance cambiar una estructura de personalidad que no sabe de amar.
Ese hombre no elige ni a una ni a otra, se elige a él mismo, en un acto egoísta y narcisista donde no hay lugar para nada más que el propio placer. El ombligo es más grande que la capacidad de amar.
El lugar de la “elegida” es un triste lugar en tanto soporta y sostiene toda la estructura familiar y el reaseguro del confort; mientras que el erotismo, la adrenalina y lo interesante queda del lado de la amante, solo mientras duran los encuentros porque después, el vacío, la espera y la tristeza.
«No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió», canta Joaquín Sabina. Y de eso sufren las mujeres que tejen y destejen sus sueños mientras esperan, solo esperan, que el milagro suceda, con la tristeza y el pensamiento recurrente sobre «¿qué estará haciendo ahora?»
La psicoanalista austro-argentina Marie Langer (fue una de las fundadoras de la Asociación Psicoanalítica Argentina) lo describió como «Complejo de Penélope», haciendo clara referencia a la posición de las mujeres que en el lugar de la protagonista de La Odisea pasan su vida allí, tejiendo sueños y aguardando que los vientos cambien.
Dice la psicoanalista: «La mujer suele sufrir de lo que yo denomino el complejo de Penélope, cuya figura es esa mujer en espera continuamente, al lado del teléfono, tejiendo y destejiendo fantasías: «¿Me llamará?», «no me llamará?», «¡ah!, pero me lo prometió», «bueno, finalmente llamó». Pero no hay solución de continuidad porque aunque llame, el drama se volverá a repetir: después de la llamada todo vuelve a empezar. Penélope recomienza a tejer y destejer».
Esto no es un diagnóstico sino una referencia clara a La Odisea de Ulises para describir este modelo afectivo, habitualmente asociado a la mujer, pero no en forma exclusiva. En psicología se usa para describir a situaciones en las que la espera se transforma en una constante existencial en la vida de algunas personas.