En el artículo se describe el proceso evolutivo en esta etapa de la vida y los aportes de esta modalidad de tratamiento psicológico.

Informar para la Salud - 28-11-15

La adolescencia es una etapa que implica cambios físicos y emocionales para los propios adolescentes y también cambios en la organización y relaciones familiares. Se caracteriza por el descubrimiento de la identidad, por la autonomía individual y por la consolidación del grupo de pares. El estado de ánimo  adolescente es más intenso y fluctúa con mayor frecuencia que el del adulto, por lo tanto, sus emociones están más expuestas a las influencias situacionales. Hay distintas etapas en la adolescencia y cada una trae consigo sus desafíos evolutivos. La adolescencia temprana entre los 11 y 13 años aproximadamente, la adolescencia media, entre los 14 y 16 años, y la última adolescencia entre los 17 y 19 años.

Los adolescentes necesitan que sus padres le den la suficiente libertad para favorecer su independencia y que experimenten las consecuencias de sus decisiones, pero también que les impongan límites negociables y acordes a su etapa, que le van a permitir enfrentarse al mundo adulto. El ser vistos socialmente, por lo general, como rebeldes con respecto a la autoridad, puede llevar a los padres a reaccionar de manera exagerada frente a los cuestionamientos y hasta pensar que no tienen interés en relacionarse con ellos, dejando de esta manera de brindarles la atención que necesitan, privándolos de un contexto óptimo para el desarrollo, en el que la educación y orientación por parte de los adultos es imprescindible.

Cuando el adolescente “viola” una norma del ámbito donde se maneja, ya sea el hogar, la escuela o la comunidad, es considerado por lo general, como problemático. Pero no debe olvidarse, que esa conducta se desenvuelve dentro de un contexto, por eso al momento de comenzar un tratamiento es importante centrarse no solo en el adolescente, considerado como problemático, sino en su contexto.

Siguiendo con lo planteado, en la terapia psicológica con adolescentes, es fundamental el trabajo con la familia, es importante escuchar el relato y la visión del problema de todos los convivientes. Cuanto más se centren los integrantes de la familia en la conducta “desviada” del adolescente, más tenderán a considerar a este último como el problema, llevando al joven a sentirse incomprendido y aislado del resto de la familia.

Es importante trabajar para fomentar la interacción saludable entre los miembros, para de esta manera generar vínculos seguros que promuevan el desarrollo y acompañen el cambio del adolescente y todos sus integrantes, ya que una interrupción o estancamiento evolutivo afecta, no solo al paciente identificado como tal, sino a toda la familia. Las familias atrapadas en un ciclo sintomático, recurren una y otra vez a determinadas facetas de sí mismos, excluyendo a otras y obstaculizando el desarrollo de todos sus integrantes.

El modelo del ciclo vital familiar (Carter y McGoldrick, 1980) sostiene que el desarrollo individual y familiar están ligados y ejercen influencia recíproca. Basado en lo mencionado anteriormente y en la importancia de las relaciones familiares, reside la necesidad de trabajar terapéuticamente con toda la familia en la Terapia Sistémica Adolescente. Durante el tratamiento, se realizan sesiones individuales y sesiones con todos (o los que quieran participar, ya que en muchos casos no todos están dispuestos a hacerlo) los miembros de la familia, trabajando para promover el dialogo, poner de manifiesto conflictos encubiertos, desalentar el control (sustituyendo el dar órdenes por preguntar, y fomentando la responsabilidad de las propias decisiones) y estimular el cambio unilateral (aunque no suene sistémico, si se produce realmente, repercute en toda la familia), resaltar las excepciones y aspectos positivos (además de los intentos de solución fallidos), ponerlos en práctica y construir nuevos relatos, todo esto sin perder de vista los recursos de la familia, ya que a partir de ellos pueden generarse nuevas soluciones.

Cabe destacar que fomentar y crear un vínculo seguro con los padres, ayuda a reducir las influencias negativas de la sociedad, aumentando la probabilidad de que el adolescente se adapte a los límites parentales que le permitirán manejarse en el mundo adulto. A su vez, ese vínculo seguro da mayor tranquilidad a los padres frente a situaciones habituales de los adolescentes, generando que sus reacciones sean acordes. Cuando existe un buen vínculo entre padres e hijos, hay mayor confianza de que en situaciones de riesgo o en la que no sepan cómo manejarse, acudirán a ellos.

Lic. María Emilia Ferrero. Psicóloga – M.P. 6550 – Miembro de Fundación Clínica de la Familia


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