Autora: Dra. Desiervi Quiroz Paola. Medica Psiquiatra M.P. 30937/4 M.E. 20266 .Miembro de la Fundación Clínica de la Familia

– Quienes lo padecen tienen una necesidad general y excesiva de que se ocupen de ellos, además de un gran temor a la separación.

Busco consejo para tomar decisiones pequeñas, no resisto que me abandonen, me cuesta expresar opiniones contrarias a las de los demás, necesito sentirme protegido o apoyado, no funciono bien sin el apoyo de los demás. Si la respuesta a todas estas afirmaciones es “casi siempre” nos encontramos frente a un Trastorno de Personalidad por Dependencia (TPD)

La personalidad representa un patrón profundamente incorporado de rasgos cognitivos, afectivos y conductuales que comienzan a moldearse desde edades tempranas, en función de la interacción entre nuestra genética y las experiencias que vivimos en nuestro entorno, que persistirán más o menos estables a lo largo de nuestra vida.

Los rasgos de personalidad son formas específicas de comportamiento similares  frente a similares situaciones, podemos decir entonces que cada persona tiene sus “rasgos de personalidad” lo que nos permitiría predecir su forma de actuar ante determinadas situaciones.

Cuando algunos rasgos de personalidad se acentúan en detrimento de otros y esto influye negativamente en la vida diaria y en las relaciones interpersonales, podemos decir que nos encontramos frente a un trastorno de personalidad.

El Trastorno de personalidad por dependencia es uno de los más frecuentes y se da por igual en ambos sexos. Las personas que sufren este trastorno no confían en su propia capacidad para tomar decisiones, por lo que se apoyan en sus padres, en una pareja, en amistades cercanas. Es posible que se sientan devastados por la pérdida de una persona significativa y podrían hasta sufrir maltrato, con el fin de conservar una relación.

Las personas con TPD han tenido a menudo padres que les han protegido demasiado, subrayando más los peligros derivados de sus decisiones, que los beneficios. A menudo han sufrido una enfermedad crónica en la niñez o en la adolescencia, lo que reafirmo más la sobreprotección.

Con frecuencia tienen tendencia a la elección de compañeros protectores, muestran incertidumbre y dificultades en el afianzamiento de la identidad personal. Se sienten ansiosos o deprimidos ante la sensación de soledad y eufóricos en compañía de figuras protectoras.

Al no haber desarrollado la autonomía, se muestran indecisos, conformistas y con poco sentido crítico ante las figuras protectoras. Se orientan más hacia las necesidades y deseos de las personas que aman, que a las suyas propias. Son vulnerables ante la crítica de los demás y temen el fracaso.

Su personalidad se caracteriza por la falta de autoestima, de autoconfianza y de asertividad, por la necesidad de afecto y por el menosprecio de sí mismo. Se muestran humildes, amables, fieles, cordiales y generosos. Desarrollan a menudo patologías psicosomáticas. También podría ser una comorbilidad el abuso de alcohol o de sustancias, lo cual podría utilizarse como vía de escape para tolerar las frustraciones.

Podría resumirse este trastorno de personalidad en los siguientes síntomas:

  • Evitar estar solo
  • Evitar la responsabilidad personal
  • Resultar fácilmente lastimado por la crítica o la desaprobación
  • Enfocarse demasiado en los miedos de ser abandonado
  • Volverse muy pasivo en las relaciones interpersonales
  • Sentirse muy perturbado o impotente cuando las relaciones terminan
  • Tener dificultad para toma decisiones sin el apoyo de otros
  • Tener problemas para expresar desacuerdos con otros

La psicoterapia se considera el tratamiento más efectivo para este trastorno. El objetivo es ayudar a que las personas con esta afección hagan elecciones más independientes en la vida y desarrollen la autonomía.

Los medicamentos pueden ayudar a tratar otras afecciones, como la ansiedad o la depresión, que pueden ocurrir en conjunto con este trastorno.


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Artículos de interés y actividades por la salud emocional